Decidimos vernos más tarde, ese cruce de miradas había sido muy intenso. Desgraciadamente ambos teníamos que continuar con nuestras vidas, los mundos de fantasía son para los cuentos o las películas y esto era la vida real, ¿a quien se lo ocurrió ponerte en mi camino? ¿que malévolo Dios conspiraba contra mi?
Una segunda cita, pensé, es estúpido...
Aún así puse todo mi esmero en estar guapísima esa noche, cuando te mostrara la realidad abismal que nos separaba, quería estar guapa. ¿Porqué? No lo sé, quizá las verdades me duelen menos si me siento con el autoestima alto...
Apareces y no puedo evitar reirme, ¿donde crees que vamos vestido así? Esto es una cita, no un almuerzo motero... LLegas, me besas. ¿Cómo te atreves? A pesar de ello disfruto del beso, aún cuando tus labios ya no rozan los mios ese suave tacto todavía inunda mis sentidos.
Te pregunté que dónde íbamos, esperando que hubieras reservado sitio. Como me temía, no lo habías hecho decías no necesitarlo. Me miraste, de esa forma que solo tú sabías hacer y me dijiste que tendríamos que hacer algo con mi ropa mientras soltabas el humo muy despacio. Te ríes y por unos instantes navego en el sonido de tu risa, ¿existe aluna melodía más bonita? podría asegurar que no. Tras ese instante me puse muy indignada, mi ropa era perfecta.
Montamos en el coche y te alejas de la ciudad, conduces toda la noche. Tan solo un par de descansos para algún café y millones de besos robados. Me muero de hambre, pienso, pero mi curiosidad sigue en aumento. Tan solo cuando el reloj del salpicadero está apunto de marcar las siete y media detienes el coche cerca de un acantilado. Bajamos del coche. Tengo frío, ahora entendía lo de la ropa. Esto es estúpido, pienso una vez más. Desapareces de mi vista un momento, cuando el primer rayo de sol empienza a despuntar oigo un sonido seco de fondo y un dulce olor a cava inunda mis sentidos. Te dije que tendríamos que hacer algo con tu ropa, me dices y sacas una preciosa cazadora. El sol, el aire, al aroma a sal y montaña, el intenso sabor a cava en mi boca...en ese momento pienso que cita tan rara, pero también supe que me había enamorado de ti. Te sonrio y veo en tu cara una especie de mueca, quizás querías cenar me dices y yo...yo tengo que comerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario