sábado, 24 de diciembre de 2011

Nochebuena ¿?

Parece que hace demasiado que no escribo, que los pensamientos oscuros no salen de mi cabeza y eso me abruma. ¿Por qué hoy? No tengo ni idea, o quizá sí. 
Vuelvo a estar mal, de ese modo absurdo e insolventable, de esa forma que nadie puede acallar. Detrás de esta fachada asumida y estipulada, impenetrable para muchos. 


Me levanto después de un placentero sueño, no tengo que esconderlo, has sido tú el que ha calentado mi noche. Necesito hablarte, lo necesito y lo hago. Un escaso minuto de felicidad, de la verdad, de la que va más allá, pero destrozada, como todo lo que se pone en relación contigo. Con esa capacidad destructiva que te caracteriza. No, espera! quizá sea mi propia capacidad autodestructiva. Divago, me pierdo, me hundo. Pero pienso desde el controlado impulso que me aun me quedan personas en las que refugiarme de las que no te dejan destrozadas a tu suerte. Porque si tú me hundes, o yo me hundo, los tiburones del océano serán capaces de andar por Murcia descalzos en plena madrugada y con esa calidez que te caracteriza. Tú lo sabes, rojo, gracias. Y si aún no me encuentro me iré a esa isla en la que aparecen personas en bata roja y con perro que me llevan a la cama con la mayor de las sonrisas, sea la hora que sea, incansable, gracias a ti también.


Pero no quiero preocupación, solo necesito un revólver y mucho plástico! XD
(He releído todo al pasarlo al ordenador y me he dado cuenta de que alguien que no conozca mis instintos sociopatas o psicópatas creerá que tengo una perturbación severa y un gran deseo de una pistola para agredirme o agredir a alguien...jajaja me encanta! Incertidumbre al poder...)

miércoles, 21 de diciembre de 2011

lunes, 12 de diciembre de 2011

Heterogéneo

Inspiro. El frío me congela las manos pero me gusta.
¿Qué pasa? ¿Qué hay de ese vacío que oprime el pecho? No queda fachada, no en la soledad de mi terraza.
Hablemos pues de las circunstancias. Debería, supongo, estar feliz, nada sucede para que ocurra lo contrario. Pero es ese vacío que siento a veces el que me paraliza, me asusta, me despierta de madrugada. Maldito duende, insomnio que se cuela por las noches.


Hoy ha sido un buen día, ¡qué digo! un fantástico día. ¡Soy oficialmente delegada! Estupenda exposición y  gran noticia del/los maestro(s). Sin embargo buen sabor a medias, he tenido que reprimir demasiadas veces el deseo de llamarte. ¿Por qué? Porque es algo que sin quererlo me une a ti, de una forma profunda y demoledora.
"La orquesta del Titanic" porque sigue tocando a pesar de que todo se hunde. Quizá sea eso lo que me mantiene a flote a lo largo del tiempo. Es esa capacidad de seguir luchando aunque me penetre el vacío. O quizá la búsqueda de calor en el hiriente frío. Frío como en este preciso instante en el que mis manos y mi cara empiezan a perder la sensibilidad, este frío buscado que de un modo u otro me hacen sentir viva. 


Viene a mi mente otro motivo que provoca una sensación de calor repentina: MADRID. Este viaje hace que la ilusión permanezca anclada en mi mente. Me dais, y nunca os lo he puesto por escrito, esa sonrisa en los momentos más difíciles. Gracias Sergio, Jose Juan y Fernando, hacéis, cada uno a vuestra manera que los días grises se coloreen.
Ya sea viajando en coches exclusivos a EE.UU, donde me das Sergio, ese calor que penetra en mi mente. O con extraordinarios viajes improvisados al calor de la cerveza donde tú, Jose Juan, iluminas con ese color rojo radiante mis momentos más sombríos. Y desde luego a ti, Finlandia, donde sé que siempre puedo exiliarme porque tu estabilidad y apoyo incondicional nunca va a faltarme aunque todo se hunda. Tú, Fernando, que eres río, montaña y estrella.


Gracias, de verdad, a los tres que habéis penetrado en el coto privado de mi vida.


P.d.: ya os compraré una botella de tequila para brindar en Nochevieja, en ¡Madrid!, porque sin vosotros esto no sería posible.


Termino y sonrío. ¿Hace más calor o ese vacío se llena de risas y whisky? 

martes, 6 de diciembre de 2011

6/12/11 Dia estridentemente perturbador

Se levanta el viento y mi mente despierta. Acorralada con el frío invernal de Diciembre mi mente escapa al calor del sol, de los libros, los cuentos, la cerveza y la buena compañía. Pero con mi mente también escapan otros pensamientos más oscuros, más rojos, más divertidos.
Necesito un revólver. Sentir la poderosa presencia del metal frío en mis manos, saber que podría usarlo y no hacerlo (o sí). Necesito la tortuosidad de los dilemas que corrompen las mentes perturbadas. Hoy amanece psicópata en mi mente y no puedo evitarlo. Hace frío en mi casa y necesito salir a que el sol me caliente. Veo como te comes la boca y lo enseñas, orgulloso de ello y yo suspiro desde mi perturbada existencia con pensamientos maléficos rondando mi mente. Pero sonrío, de hecho me río. No con esa sonrisa irónica, va más allá. Me río como solo las personas que son destrozadas pueden hacerlo, como el cristal grande y duro que puede romperse con un solo golpe bien dado. Me encuentro así, como ese viaje de carretera y manta que acaba en la cuneta de cualquier carretera, sin bar, whisky ni marihuana de por medio. No lloramos entonces,sino que volamos. Quien lo entienda,me alegro; quien no, le envidio.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Camino?

Escribo de nuevo, no con mucho más acierto, ahora q mis músculos entumecidos se relajan, ahora que comparada, constitucional o hacienda dejan sitio para volar.

Ocasionalmente un torbellino de pensamientos invade mi mente y me perturba hasta el límite de la tortuosidad. Es en esos momentos cuando necesito caminar lejos y a buen ritmo. Necesito llegar. No sé a dónde, solo llegar, caminar sin rumbo aparente mientras flechas amarillas marcan el camino. Las dudas, entonces, invaden mi mente y me asfixian como el teléfono o las personas vacías. Camino sola, generalmente, pero con buena compañía. Me siento a la orilla de algún río y me mojo los pies mientras escucho un cuento y vuelo como los deseos en el aire, como las promesas por cumplir. Y así sucede, que cuando camino absorta en mis pensamientos más profundos, cuando el látigo resuena decenas de kilómetros atrás, o el peso que cargo se hace insoportable, alguien aparece y camina conmigo, un rato o dos, o quizá incontables minutos que hacen arder los relojes y el tiempo. No importa. Y es así como la tortuosidad se desvanece, parando el tiempo en cada momento importante, reteniéndolo en la memoria mientras el olor lo impregna todo.

Yo siempre torturándome a ver si algo me alivia