Ya no hay chica de Tirso, ni si quiera muchacha de ojos tristes. Sueños que se frustan y realidad que cae con el aplomo de las circunstancias.
¿Y él? Que ya no es un conductor suicida, que no le cuenta más de cien mentiras al calor de una barra de bar, que sus besos se institucionalizan y que se va tachándola a ella de huir. Él, que ya no se acuesta a su espalda. Ese que nunca estaba, pero no faltaba; ese parece ausente cuando la realidad asfixia y no quedan ganas de.
No hay luz en los bares repletos, ni caricias, ni besos. Y aún hay más pero no le quedan alientos y él ya no quiere llevarle el equipaje.
Mañana sonrisas radiantes y predeterminadas,¿quién va a quererla sino en su lado oscuro?
Intermitente como el ámbar de los semáforos. Quizá ella no quiere ver el lado positivo, solo sentirle ocupando ese espacio. Quizá quiere estar hundida y sin fuerzas, y no, no quiere que la salve, no quiere salvarse, solo quiere saber que está ahí sin redención posible a su lado.