martes, 15 de enero de 2019

128

No hay nada como un par de tanques de cerveza para hacer a la mente despertar. Quizá aquello que servía a los 20 ya no sirve. Siempre te dije, y tú jamás creíste, que no quería que me salvaras, que no necesito que me rescates. La idea que a los veintipocos se tiene de lo que es el abismo, en mi caso, no eran más que cuatro ideas morbosas de revolución y piquetes, de guerras civiles que no existen y de principios sostenidos por la economía familiar. Pero la vida pasa y los infiernos sobrevienen, infiernos tangibles que duelen en el pecho. Que se sienten y no se idealizan. Infiernos en los que no apetece estar. 
Siempre supe, Conductor Suicida, que te vería alejarte por las autovías de la soledad, en algún momento, en cualquier momento. 
Nunca quise a mi lado a alguien capaz de solucionar mis problemas, solo busqué, busco y buscaré a alguien con quién brindar en el fondo del hoyo.
Ahora que el dolor no es solo figurado, ahora que el dolor o el miedo son algo con lo que me acuesto, ahora es cuando necesito que odies lo que yo odio. Siempre dijimos que nos podían separar muchas cosas pero que siempre nos unirían nuestros odios. Ahora necesito que mires el mundo desde mi corazón que no late si a alguno de mis hermanos les perturba el más mínimo soplido de aire. Ahora quiero que veas el dolor que me provoca ser la mayor y no poder prender fuego a lo que sea que lastime el alma (¡cómo si tal cosa existiera!) de mi hermana. Solo trata, ahora, de acostarte un día en esta piel que me arde por no derrotar los demonios que atormentan a mi hermana. 
Y después, si puedes, saca este puño que me oprime el pecho y trata de ocupar tu mente en otra cosa. 
Hazlo y después explícame cómo. 

viernes, 11 de enero de 2019

342

Es curioso como pueden echarse de menos cosas que nunca fueron tuyas. Quizá sea la imagen que en nuestra mente formamos de lo que podría haber sido nuestro. 
Hay días en los que siento que echo de menos una vida que nunca viví pero que quizá podría haber vivido. Como tantas, supongo. 
¿Te imaginas poder ver tus vidas, las que decidiste no vivir, las que no pudiste vivir, las que fueron vividas de forma distinta al ideal formado en tu cabeza, verlas desde una ventana cual voyeur?
Entrar unos minutos tan solo para descubrir si eres feliz en esta vida o quizá lo serías en otra. Ojalá pudiéramos vivir todas nuestras vidas aunque solo fuera un día. Sería fácil entonces decidir, no crees?
Creo que necesito buscar para ser feliz, no importa qué, necesito la búsqueda permanente, la posibilidad ante mis ojos, la que sea. 
Vienes a mi mente en forma de palabras, de ideas que no se cumplen, de desilusiones, de oportunidades perdidas, de fuego convertido en ceniza. Pero vienes, maldito bendito, vuelves una y otra vez. 

sábado, 24 de noviembre de 2018

1250


Segundo intento.

Tantos meses desde la última vez que me senté ante esta pantalla de pensamientos que no se confiesan, que se comparten solo a medias.

Nunca se me dio bien escribir sin contar historias. Cuando todo le pasa a un personaje es más fácil que las palabras se deslicen desde el bolígrafo al papel en blanco.
Tú lo sabes, Hombre del Traje Gris, que leíste historias de ficticios personajes que acabaron por ser ciertos.
Ahora tengo pensamientos que no se cuentan e historias que no terminan, proyectos que son mentira, y tenemos, Bendito Maldito, el sexo y el rock y la droga. ¿Cómo sino?

¿De qué va esta historia? Te preguntas, imagino yo. Esta historia va de decisiones, de personas, de sentimientos y ausencias. ¿De qué va la vida, sino de esto?
Siempre desconfié de los sentimientos rápidos, de las explosiones de amor como volcanes furiosos y ensordecedores.
Me siento cómoda, Conductor Suicida, con las montañas que se escalan, paso a paso, con la lentitud de quien sabe que una mala decisión nos arrojaría al abismo. Así construí algo mucho más sólido que la lava que te arrastra, te quema y te deja con un amor hecho cenizas, un sentimiento intenso pero pasajero, construí un fuego perpetuo rodeado por un muro sólido de piedra. No fue una explosión, pero es un lugar seguro.
Tú, Bendito Maldito, que derramaste tu amor como una maldita explosión de lava por toda mi mente, ¿dónde estás ahora? Tú que tomabas decisiones rápido, tú que decías que el verano podía ser eterno, tú que querías que el verano fuera eterno, ¿qué queda de ese fuego? ¿Dónde está esa llama de invierno? Tú, Bendito Maldito, que me hiciste empezar a subir una montaña.

Me gusta cuando descubro a las personas, me gusta determinar dónde empiezan sus personajes y acaba la persona que decían ser. No es la primera ver que alguien intenta jugar a mi juego, donde mis normas aleatorias, injustas y absurdas, acaban por expulsar a los jugadores.
No es la primera vez que creo descubrir una montaña digna de subir pero que se desvanece como arenilla al cabo de un rato.

Tú, Conductor Suicida, que te niegas a levantar tu mano. Gracias por no desvelar tu farol.

sábado, 28 de octubre de 2017

1823

Quién o qué te convenció de dejar de ser un travieso gato callejero dos veces al mes?

miércoles, 25 de octubre de 2017

1613

¿Sabes esa sensación de descubrir a alguien? ¿De realmente saber cuando cae el disfraz que tan habilmente se intentaba mantener? Ahí, justo en ese momento y no en otro es cuando todo se gasta, cuando yo tengo la sensación de haberme bebido o fumado hasta el último centímetro de esa piel. Me aborda, entonces, una sensación de conocido, de normal, de común.

Quizá hoy con más preguntas que nunca, personaje sin nombre, es cuando más creo haberte conocido. Cuando tú has decidido montar solo y conducir despacio por las aburridas autopistas de la desilusión. Tú, que me acusaste a mi de conformista. Me rio ahora al ver tu máscara caer. Lo común, lo conocido, ¡amarga sorpresa! Muchas preguntas que tú, personaje sin nombre, no quieres escuchar. Algún día las querrás responder. Puedes encontrarme recorriendo los tejados de madrugada, fiel a mi personaje, con mi disfraz intacto, con la máscara por sonrisa. Pero cuidado el metal ahora está mojado y lo común cae fácilmente.

Es verdad, y no me asusta reconocerlo, que durante apenas cuatro o cinco segundos te pensé como un personaje diferente, como música capaz de descubrir lo que hay detrás de la pose, lo que se esconde cuando el músico toca tras una cortina. No es así, hay desazón en mis palabras, es cierto. Pero no hay tristeza donde no hubo persona.

Imagino que algún día nos volveremos a encontrar siendo otras máscaras que descifrar.

Sigo viajando, porque los gatos nocturnos de tejado no pueden parar, al lado del Conductor Suicida. Tú, maldito Conductor Suicida, que estás herido pero que luchas por mantener tu disfraz, tú que siempre guardas un trocito de mentira para transformar en verdad. Tú que no me preguntas porque no quieres respuestas. Tú, Conductor Suicida, que no respondes para que no me quede sin preguntas. Maldito seas, bendito maldito, Conductor Suicida, que aunque no te pares en el centro del dolor mismo, jamás me dejarás sola en la batalla.

Y a ti Hombre del traje gris, aléjate de las musas que te traen a mi mente. Tú que con "agüita del mar andaluz quisiste enamorarme", a ti te echo de menos en los ojos incapaces de ver más allá de la máscara que tú odiabas, que tú quitaste. Tú compañero del alma, a ti que te debo una cerveza, a ti que te debo una carta, tú que me desnudaste, tú que eras música.

Y al final yo, que sigo esperando en el tejado mojado, que te recordaré, personaje sin nombre, como el efímero pensamiento del quizá, y a ti, Conductor Suicida, que te espero todas las noches para conducir deprisa. Tú que no te gastas.

domingo, 15 de octubre de 2017

1502

Ahora que es tarde y que todo parece verse con una luz especial, me siento y pienso.
Pienso en cómo volver al principio, descubrir en qué punto exactamente nos perdemos. Yo me pierdo. Tú que ni ahora ni cuando los puentes de mi barca se hayan roto hacia tu isla volverás a rescatarme con cinco líneas de Cortázar. A ti que el infierno te quema ahora que ya no me buscas de noche. Ahora que tu certeza puede más que tus ganas de encontrarme en cualquier baño de antro desgastado. Tu certeza que mata esas etílicas palabras de revolucionario de prestado, de bolivariano idealista, esas palabras que me invitaban a beberme los días a fumarme contigo las noches. Tu certeza, ahora, que tapa a la política que se hacía desnudos en la cama, que hiela a tu guerra fría que nos hacía arder. 
Odio tu certeza y la mia de saber que no vendrás cuando deje de pintar de colores tu techo.

miércoles, 11 de octubre de 2017

030

¿Cuánto tiempo hacía? ¿Cuánto desde la última necesidad irrefrenable de dejarlo todo para escribir? ¿Conoces esa sensación? Yo la conozco demasiado bien.
Esa necesidad apremiante de parar el mundo, de escapar unas horas para vaciar mi mente. Es realmente acogedora esta sensación.
Me doy cuenta de que las cuatro o cinco o veinte líneas escritas aquí y allá durante este tiempo no son nada como esta sensación de parar y escribir ahora.

Te pienso, personaje sin nombre, y tus preguntas vienen a revolver mi mente.
Viajo deprisa ahora por calles nuevas, corro, a veces, para que el desasosiego no me encuentre. Me escondo en pequeñas callejuelas grises, blancas, azules... me escondo por si decides venir a encontrarme. No lo espero.

Te pienso, Conductor Suicida, y a veces creo volver a verte en el asiento trasero del coche diciéndome que sí, que te sentarías conmigo a ver arder el infierno. Pero ahora, tanto tiempo después, la madrugada te parece fría y las ojeras de gata sentada en el tejado azul se vuelven un problema.

Tú, Hombre del traje Gris, vienes y me recuerdas que es difícil competir con "mi Annie Hall, mi Gioconda, mi Wendy, las damas primero..." Tú no puedes perder.

Apenas silencio en habitaciones desiertas.
¿Quién eres? Me preguntas. Quién quiero ser, te respondo.