miércoles, 25 de octubre de 2017

1613

¿Sabes esa sensación de descubrir a alguien? ¿De realmente saber cuando cae el disfraz que tan habilmente se intentaba mantener? Ahí, justo en ese momento y no en otro es cuando todo se gasta, cuando yo tengo la sensación de haberme bebido o fumado hasta el último centímetro de esa piel. Me aborda, entonces, una sensación de conocido, de normal, de común.

Quizá hoy con más preguntas que nunca, personaje sin nombre, es cuando más creo haberte conocido. Cuando tú has decidido montar solo y conducir despacio por las aburridas autopistas de la desilusión. Tú, que me acusaste a mi de conformista. Me rio ahora al ver tu máscara caer. Lo común, lo conocido, ¡amarga sorpresa! Muchas preguntas que tú, personaje sin nombre, no quieres escuchar. Algún día las querrás responder. Puedes encontrarme recorriendo los tejados de madrugada, fiel a mi personaje, con mi disfraz intacto, con la máscara por sonrisa. Pero cuidado el metal ahora está mojado y lo común cae fácilmente.

Es verdad, y no me asusta reconocerlo, que durante apenas cuatro o cinco segundos te pensé como un personaje diferente, como música capaz de descubrir lo que hay detrás de la pose, lo que se esconde cuando el músico toca tras una cortina. No es así, hay desazón en mis palabras, es cierto. Pero no hay tristeza donde no hubo persona.

Imagino que algún día nos volveremos a encontrar siendo otras máscaras que descifrar.

Sigo viajando, porque los gatos nocturnos de tejado no pueden parar, al lado del Conductor Suicida. Tú, maldito Conductor Suicida, que estás herido pero que luchas por mantener tu disfraz, tú que siempre guardas un trocito de mentira para transformar en verdad. Tú que no me preguntas porque no quieres respuestas. Tú, Conductor Suicida, que no respondes para que no me quede sin preguntas. Maldito seas, bendito maldito, Conductor Suicida, que aunque no te pares en el centro del dolor mismo, jamás me dejarás sola en la batalla.

Y a ti Hombre del traje gris, aléjate de las musas que te traen a mi mente. Tú que con "agüita del mar andaluz quisiste enamorarme", a ti te echo de menos en los ojos incapaces de ver más allá de la máscara que tú odiabas, que tú quitaste. Tú compañero del alma, a ti que te debo una cerveza, a ti que te debo una carta, tú que me desnudaste, tú que eras música.

Y al final yo, que sigo esperando en el tejado mojado, que te recordaré, personaje sin nombre, como el efímero pensamiento del quizá, y a ti, Conductor Suicida, que te espero todas las noches para conducir deprisa. Tú que no te gastas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario