No puedo más. Realmente no puedo más. A veces, pero solo a veces, también me encuentro entra la fragilidad de mis sombras que me miran y se burlan. A veces me da miedo. No pido que me cuiden, no pido que me quieran o me entiendan. Ni si quiera pido que se me acepte. Solo pido que se me respete, de una forma u otra, pero respeto. No es fácil para mi dibujar esta fachada, de que todo va bien, de que no pasa nada. Es terriblemente duro para mi reirme cuando no quiero hacerlo, hablar cuando no quiero hacerlo, o simplemente aguantar cuando no quiero hacerlo. Pero no lo reprocho, lo hago por que quiero porque me veo en la obligada moralidad de hacerlo. He perdido el hilo de lo que estaba diciendo, quizá porque este papel ya está mojado y tengo que hacer un doble esfuerzo por escribir, porque no se me nuble la vista con cada palabra que escribo.
Intento, pero no siempre consigo, ser imperturbable. Existen ciertas cosas que me duelen pero yo no sé por qué estúpida razón tengo que hacer como si no pasara nada, tengo que aceptar el más sucio chantaje, barato y rastrero con una puta palabra agradable en mi boca. ¿Por qué? Por que sino alguien sufre, y qué pasa cuando sufro yo? Eso a nadie le importa. Al final, soy yo la que tengo que estar día tras día y noche tras noche aguantando palabras que me hieren en lo más profundo. Soportando las ganas que tengo de llorar o simplemente de comportarme tal y como lo necesito. Por una vez, por una puta vez me gustaría ser yo la que pueda estar mal y no la que tiene que consolar, la que tiene que estar ahí, sólida como una puta roca, paciente y comprensiva.
Ni si quiera recuerdo ya el motivo, el discurso o el sentido de este escrito. No es propio de mi este desorden, frustración y sin sentido, pero esta vez, y solo esta vez y estos pocos minutos desde mi reconfortable soledad me doy el privilegio de sentir, de dejarme por un momento sentir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario