lunes, 9 de mayo de 2011
quizá el primero de muchos
Cogo papel y boli. Me inclino decidida a rellenar frases, hojas, libros...pero ni una estúpida palabra quiere salir de mi mente. Debería poder hacerlo, este sentimiento es tan grande, tan profundo, tan inquietante, tan doloroso, tan tétrico, tan paralizante y un gran y largo etcétera, que no entiendo el porque de esta incapacidad prematura para escribir. Yo que siempre me he creido tan dotada para este fin, para expresar en papel lo que con palabras jamás sería capaz. Quizá siempre he podido hacerlo porque se trataban de historias inventadas, de personajes ficticeos, de un yo tan maquillado que nada me impedía mostrarlo al mundo. Pero aquí estoy hoy, sola frente a este papel que se va llenando de palabras vacías por mi absoluta incapacidad de enfrentarme al problema, ese problema que me quita hasta los sueños más deliciosos de mis noches. Es algo normal, al fin y al cabo, es algo comprendido por la sociedad, aceptado por la humanidad casi en su totalidad, en cambio no lo quiero para mi. No lo quiero, no lo quiero y punto. No lo quiero con los motivos de una niña de 5 años que no quiere quitarse un vestido de princesa. No, no tengo motivos, ni razones, ni un buen argumento para oponerme pero no lo quiero, no lo quiero y punto. Lo repito, lo repito mil veces en mi cabeza, no, no, no, no, no, no, no, no, no. ¿A qué tengo realmente miedo? No se lo merece, nadie se lo merece, pero mucho menos él. No es justo, quizá no sea justo para nadie esta situación, pero no la quiero para él. Las lágrimas empiezan a brotar sin control, sensación que odio, por otro lado. Odio el descontrol sobre mis sentimientos, el no poder permanecer impasible, pero es él. No quiero permitirlo, no es justo. Nadie es perfecto, pero no es justo. ¿Dónde está ese amor que cruzaba océanos? ¿Dónde está ese amor inmutable en el tiempo? Mi lenguaje cada vez más infantil, sin sentido y totalmente descontrolado refleja mi estado. Quiero aferrarme a lo que tengo de la forma más primitiva que existe, la de quiero algo y debo de tenerlo por derecho, porque magicamente me debe pertenecer. Me siento sucia, de una forma estúpida, como si este sentimiento ensuciara mi persona, o quizá sea por no tener valor de gritarle a la cara todo esto a la persona adecuada. La que desde hace unas semanas roba mis noches, ensombrece días, turba momentos. ¡Fíjate! me digo a mi mismas, no era capaz de comenzar y llevo un monólogo interesantemente patético, como mi estado de animo, como estos últimos días. Confianza, de repente viene a mi mente. ¿Porqué? No lo sé, vino a mi al pensar en los horribles días pasados con fiebre. ¿Confianza? Sí, yo la deposité en ti, tú no me fallaste. ¿No es eso también importante? ¿No cuentan también esos actos? ¿Solo importa aquí el tú y el yo? ¿Qué hay de lo demás? Ahora que vuelvo a ser dueña de mis emociones y las tengo otra vez cogidas por las riendas puedo volver a escribir con paciencia, pensando cada palabra, pero ahora imprevisiblemente...ya no tengo más que decir.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario