lunes, 28 de marzo de 2011
y hay un tequila por cada duda.
Siempre me perdieron los colores cambiantes del semáforo, y las abultadas avenidas llenas de coches. Las risas, las cervezas, la palabras bien dichas, las mentiras piadosas. Desde que tengo uso de razón me he perdido en las noches largas, en las lágrimas ajenas, en los cuentos, los disfraces. No puedo negarlo, me gustan los trenes, las estaciones de autobuses, la espera incierta, los libros e incluso el dolor. Siento demasiado pronto que las cenizas lo cubren todo de un monótono color gris, no puedo ver el palpitante cambio de los semáforos, absurda delicia que me es arrebatada. ¿Me es? ¿A qué ingenua mente pretendo engañar esta vez? Yo, yo misma me alejo de las risas, las mentiras piadosas, y las bonitas palabras. Navego ausente y solitaria por un mar desierto, ¿por qué? Porque lo merezco, al fin y al cabo, merezo esta situación ¿no? Te pierdo en cada palabra, en cada gesto, en cada pensamiento. Cada vez estás a más cervezas, risas, noches y palabras de mi. ¿Y que hago yo? Me siento a ver como te vas, porque lo merezco. Te observo como te subes a los trenes y cada vez las distancias se hacen más largas, ¿y qué hago yo? Suplico para mis adentros que no te vayas. Pero de nuevo, cada pensamiento, cada acción, cada palabra te suben en otro tren distinto, y otra vez me pierdo en noches en vela, en alcohol, en llantos silenciosos y vuelves. ¿Pero por cuánto tiempo? Porque cada día siento que no sé retenerte entre mis sábanas y te vas, y yo me quedo sentada viendo como te vas y de nuevo mi mente se rompe y grita silenciosamente, y yo de nuevo, no hago nada.
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